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"YO SIEMPRE
FUI FELIZ"

ASÍ COMIENZA LA HISTORIA DE
VILLA MANDARINA SUITES

“Yo siempre fui feliz” - Es la frase que repetía Don Daniel. Un hombre de cabello plateado, piel zurcada y movimientos lentos pero pacientes.

A sus 89 (casi 90) años, pasaba las tardes meciéndose en un columpio de mimbre, único mueble que aún conservaba de la casa. Su casa Tuxpeña.

De joven fue agricultor. Cultivaba naranjas. Dulces y jugosas, que mezcladas con un poco de sudor, un espíritu de aventura, buen sentido de negocios y las exigencias de Doña Esperanza construyeron la casa más bonita de Tuxpan.

Bueno, es lo que dicen las historias de mi mamá, aunque su opinión podría ser parcial (más adelante comprenderás por qué). 

 

En una ocasión, Esperanza necesitaba un pantalón de mezclilla y lo fue a comprar al centro de la ciudad. En la tienda, entabló una plática con la vendedora. Mientras decidía entre las tallas 7 y 9, la conversación dio un giro inesperado y la vendedora mencionó:

“A veces voy a la colonia Jardines, sólo para ver la casa tan bonita que adorna la entrada. Parece de cuento. Me pregunto quién vive ahí.”

Los calzones se le han de haber aflojado cuando Esperanza, con orgullo y un dejo de presunción, alzó la ceja y mencionó que era suya.

Desde la construcción se supo que la heredera sería la menor de las hijas. Por eso, cuando Esperanza dudaba si poner un juguetero o una chimenea en la sala principal, decidió consultarla. Su pequeña niña quiso chimenea - Como en las películas.

40 años después de que la primera piedra se asentara, Don Daniel falleció y la casa pasó a manos de su heredera, quién a los pocos días recibió la llamada de un prestigioso notario.

Éste explicó que siempre había soñado poner sus oficinas en la casa de Don Daniel e hizo una generosa oferta de compra.

Su oferta fue inmediatamente rechazada, pues la hija de Don Daniel siempre lo tuvo claro. Una casa tan bonita sólo podía tener una función:

Abrir las puertas de par en par y recibir a viajeros que sepan disfrutar su piso de mármol que mitiga el calor, las paredes de cedro que por la tarde sueltan olor a bosque y la cancelería de aluminio dorado, vestigio de una época pasada pero feliz.

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